El principio
trinitario es el fundamento increbantable que une lo personal y lo comunitario
y da un sentido último a todo. La imagen de Dios Uno y Trino a la vez se erige
en única norma de toda existencia.
La Trinidad
es imagen conductora de los hombres, comunidad de amor mutuo, unidad en lo
múltiple, unidad de todas las personas en una sola naturaleza recapitulada en
Cristo.
El dogma
enuncia: Tres personas (hypostases) y una sola naturaleza o esencia
(ousia). Tres personas consustanciales representan la unidad absoluta y la
diversidad absoluta. Están unidas no para confundirse sino para contenerse
mutuamente. Cada Persona es una forma única de contener la esencia idéntica, de
recibirla de las Otras, de darla a las Otras, y así de presentar a las Otras.
“Un
solo Dios porque hay un solo Padre”, según este axioma patrístico en un eterno
movimiento de amor, el Padre-Fuente presenta las personas del Hijo y del
Espíritu y les da lo que El es.
Las
relaciones de origen son también relaciones de diversidad que esconden y
designan a la vez el misterio indecible de las Personas.
Uno es
soledad, dos es el número que separa, tres es el número que traspasa la
separación; lo uno y lo múltiple se encuentran reunidos y circunscritos en la
trinidad.
Siete años después de su muerte, su discípulo san Nicono encargó al
célebre iconógrafo Andrés Rublev que pintara un ícono de la Santa Trinidad en
memoria de San Sergio. También hizo decorar el iconostasio de la abadía de la
Santa Trinidad por Rublev y su fiel compañero Daniel. Los días de fiesta,
cuando Andrés y Daniel no trabajaban, “se sentaban ante los venerables y
divinos iconos y mirándolos sin distracción... elevaban constantemente su
espíritu y su pensamiento a la luz inmaterial y divina...”. Esta es la luz que
Andrés Rublev supo transmitir en su icono hecho célebre. Recrea el ritmo mismo
de la vida trinitaria, su diversidad única y el movimiento de amor que
identifica las Personas sin confundirlas. Parece que Rublev respira el aires de
la eternidad, que vive en los espacios del corazón divino y se erige así en
sorprendente poeta del Amor. El icono de la Trinidad se remonta a la oración
sacerdotal de Cristo: “ para que todos sean uno...para que el amor con el que
me has amado esté en ellos y yo mismo esté en ellos...”( Jn 17,21-23)
LA TRINIDAD SEGUN LA IGLESIA CATOLICA
“La Trinidad” es el término empleado
para designar la doctrina central de la religión cristiana: la verdad de que en
la unidad de la Divinidad, hay Tres Personas, el Padre, el Hijo, y el Espíritu
Santo, que son verdaderamente distintas una de la otra.
Todos los santos adorando a la
Santísima Trinidad. Grabado de F.T. Moncorner, Misal Domiicano, 1768.
De este modo, en palabras del Credo
de Atanasio: "El Padre es Dios, el Hijo es Dios, y el Espíritu Santo es
Dios, y, sin embargo, no hay tres Dioses sino uno solo". En esta Trinidad
de Personas, el Hijo es engendrado del Padre por una generación eterna, y el
Espíritu Santo procede por una procesión eterna del Padre y el Hijo. Sin
embargo, y a pesar de esta diferencia en cuanto al origen, las Personas son
co-eternas y co-iguales: todos semejantes no creados y omnipotentes. Esto,
enseña la Iglesia, es la revelación respecto a la naturaleza de Dios que
Jesucristo, el Hijo de Dios, vino a la tierra a entregarle al mundo, y la que
la Iglesia propone al hombre como el fundamento de todo su sistema dogmático.
En la Escritura, aún no hay ningún
término por el cual las Tres Personas Divinas sean designadas juntas. La
palabra trias (de la cual su traducción latina es trinitas) fue primeramente
encontrada en Teófilo de Antioquía (c. 180 d.C.). El habla de "la Trinidad
de Dios (el Padre), el Verbo y su Sabiduría ("Ad. Autol.", II, 15,
P.G. VI, 78). El término, por supuesto, pudo haber sido usado antes de su
tiempo. Más tarde aparece en su forma en latín de trinitas en Tertuliano
("De pud". C. XXI). En el siglo siguiente la palabra fue de uso
general. Se encuentra en muchos pasajes de Orígenes ("In Ps. XVII",
15). El primer credo en el cual aparece es en el del discípulo de Orígenes, San
Gregorio Taumaturgo. En su Ekthesis tes pisteos compuesta entre los años 260
and 270, escribe:
“Por lo tanto, no hay nada creado,
nada sujeto a otro en la Trinidad; ni tampoco hay nada que haya sido añadido
como si alguna vez no hubiese existido, sino que ingresó luego. Por lo tanto,
el Padre nunca ha estado sin el Hijo, ni el Hijo sin el Espíritu, y esta misma
Trinidad es inmutable e inalterable por siempre.” (P.G., X, 986).
Es evidente que un dogma tan
misterioso presupone una revelación Divina. Cuando el hecho de la revelación,
entendido en su sentido pleno como el discurso de Dios al hombre, ya no es
aceptado, el rechazo a la doctrina le sigue como consecuencia necesaria. Por
esta razón no tiene lugar en el protestantismo liberal de hoy día. Los
escritores de esta escuela sostienen que la doctrina de la Trinidad, según
profesada por la Iglesia, no aparece en el Nuevo Testamento, sino que fue
formulada por primera vez en el siglo II, y que recibió su aprobación final en
el siglo IV, como resultado de las controversias arrianas y macedonias. En
vista de esta afirmación es necesario considerar con algún detalle la evidencia
ofrecida por las Sagradas Escrituras. Recientemente se han hecho algunos
intentos por aplicar las teorías más extremas de la religión comparada a la
doctrina de la Trinidad, y por explicarla mediante una ley imaginaria de la
naturaleza que urge a los hombres a agrupar los objetos de su culto en grupos de
tres. Parece innecesario dar más de una referencia a estas opiniones
extravagantes, que los pensadores serios de cada escuela rechazan como carentes
de fundamento.
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