sábado, 25 de abril de 2015

LA TRINIDAD DE ANDREW RUBELV Y LA TRINIDAD DE LA IGLESIA CATOLICA

El principio trinitario es el fundamento increbantable que une lo personal y lo comunitario y da un sentido último a todo. La imagen de Dios Uno y Trino a la vez se erige en única norma de toda existencia.

La Trinidad es imagen conductora de los hombres, comunidad de amor mutuo, unidad en lo múltiple, unidad de todas las personas en una sola naturaleza recapitulada en Cristo.

El dogma enuncia: Tres personas (hypostases) y una sola naturaleza o esencia (ousia). Tres personas consustanciales representan la unidad absoluta y la diversidad absoluta. Están unidas no para confundirse sino para contenerse mutuamente. Cada Persona es una forma única de contener la esencia idéntica, de recibirla de las Otras, de darla a las Otras, y así de presentar a las Otras.

 “Un solo Dios porque hay un solo Padre”, según este axioma patrístico en un eterno movimiento de amor, el Padre-Fuente presenta las personas del Hijo y del Espíritu y les da lo que El es.

Las relaciones de origen son también relaciones de diversidad que esconden y designan a la vez el misterio indecible de las Personas.

 Uno es soledad, dos es el número que separa, tres es el número que traspasa la separación; lo uno y lo múltiple se encuentran reunidos y circunscritos en la trinidad.

 San Sergio de Radonega ( 1313-1392) no ha dejado ningún tratado teológico, pero su vida entera estuvo consagrada a la Santa Trinidad. Objeto de su contemplación incesante, este misterio divino derrama en él y hace de él esa paz encarnada con que resplandecía visiblemente ante todos. Dedicó su iglesia a la Trinidad y se esforzó en reproducir una unidad a su imagen en su entorno inmediato y hasta en la vida política de su tiempo .Se podría decir que reunió a toda la Rusia de su época alrededor de su iglesia, alrededor del Nombre de Dios, para que los hombres “por la contemplación de la Santa Trinidad venzan el odio desgarrador del mundo”.

 Siete años después de su muerte, su discípulo san Nicono encargó al célebre iconógrafo Andrés Rublev que pintara un ícono de la Santa Trinidad en memoria de San Sergio. También hizo decorar el iconostasio de la abadía de la Santa Trinidad por Rublev y su fiel compañero Daniel. Los días de fiesta, cuando Andrés y Daniel no trabajaban, “se sentaban ante los venerables y divinos iconos y mirándolos sin distracción... elevaban constantemente su espíritu y su pensamiento a la luz inmaterial y divina...”. Esta es la luz que Andrés Rublev supo transmitir en su icono hecho célebre. Recrea el ritmo mismo de la vida trinitaria, su diversidad única y el movimiento de amor que identifica las Personas sin confundirlas. Parece que Rublev respira el aires de la eternidad, que vive en los espacios del corazón divino y se erige así en sorprendente poeta del Amor. El icono de la Trinidad se remonta a la oración sacerdotal de Cristo: “ para que todos sean uno...para que el amor con el que me has amado esté en ellos y yo mismo esté en ellos...”( Jn 17,21-23)

LA TRINIDAD SEGUN LA IGLESIA CATOLICA

“La Trinidad” es el término empleado para designar la doctrina central de la religión cristiana: la verdad de que en la unidad de la Divinidad, hay Tres Personas, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, que son verdaderamente distintas una de la otra.
                                      
Todos los santos adorando a la Santísima Trinidad. Grabado de F.T. Moncorner, Misal Domiicano, 1768.
De este modo, en palabras del Credo de Atanasio: "El Padre es Dios, el Hijo es Dios, y el Espíritu Santo es Dios, y, sin embargo, no hay tres Dioses sino uno solo". En esta Trinidad de Personas, el Hijo es engendrado del Padre por una generación eterna, y el Espíritu Santo procede por una procesión eterna del Padre y el Hijo. Sin embargo, y a pesar de esta diferencia en cuanto al origen, las Personas son co-eternas y co-iguales: todos semejantes no creados y omnipotentes. Esto, enseña la Iglesia, es la revelación respecto a la naturaleza de Dios que Jesucristo, el Hijo de Dios, vino a la tierra a entregarle al mundo, y la que la Iglesia propone al hombre como el fundamento de todo su sistema dogmático.



En la Escritura, aún no hay ningún término por el cual las Tres Personas Divinas sean designadas juntas. La palabra trias (de la cual su traducción latina es trinitas) fue primeramente encontrada en Teófilo de Antioquía (c. 180 d.C.). El habla de "la Trinidad de Dios (el Padre), el Verbo y su Sabiduría ("Ad. Autol.", II, 15, P.G. VI, 78). El término, por supuesto, pudo haber sido usado antes de su tiempo. Más tarde aparece en su forma en latín de trinitas en Tertuliano ("De pud". C. XXI). En el siglo siguiente la palabra fue de uso general. Se encuentra en muchos pasajes de Orígenes ("In Ps. XVII", 15). El primer credo en el cual aparece es en el del discípulo de Orígenes, San Gregorio Taumaturgo. En su Ekthesis tes pisteos compuesta entre los años 260 and 270, escribe:
“Por lo tanto, no hay nada creado, nada sujeto a otro en la Trinidad; ni tampoco hay nada que haya sido añadido como si alguna vez no hubiese existido, sino que ingresó luego. Por lo tanto, el Padre nunca ha estado sin el Hijo, ni el Hijo sin el Espíritu, y esta misma Trinidad es inmutable e inalterable por siempre.” (P.G., X, 986).
Es evidente que un dogma tan misterioso presupone una revelación Divina. Cuando el hecho de la revelación, entendido en su sentido pleno como el discurso de Dios al hombre, ya no es aceptado, el rechazo a la doctrina le sigue como consecuencia necesaria. Por esta razón no tiene lugar en el protestantismo liberal de hoy día. Los escritores de esta escuela sostienen que la doctrina de la Trinidad, según profesada por la Iglesia, no aparece en el Nuevo Testamento, sino que fue formulada por primera vez en el siglo II, y que recibió su aprobación final en el siglo IV, como resultado de las controversias arrianas y macedonias. En vista de esta afirmación es necesario considerar con algún detalle la evidencia ofrecida por las Sagradas Escrituras. Recientemente se han hecho algunos intentos por aplicar las teorías más extremas de la religión comparada a la doctrina de la Trinidad, y por explicarla mediante una ley imaginaria de la naturaleza que urge a los hombres a agrupar los objetos de su culto en grupos de tres. Parece innecesario dar más de una referencia a estas opiniones extravagantes, que los pensadores serios de cada escuela rechazan como carentes de fundamento.


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